Chieri, la formación del joven juan bosco

PRESENTACIÓN

La ciudad de Chieri está situada a 17 kms. de I Becchi y a 16 kms. de Turín. En tiempos de Juan Bosco estudiante tenía alrededor de 9.000 habitantes y cerca de treinta fábricas dedicadas a la producción textil: tejidos de algodón, de seda y de lino. Era uno de los mejores mercados textiles del Piamonte. El núcleo central de la ciudad, el más antiguo, todavía conserva el sello medieval típico. Abundan las iglesias y los conventos.

De 1831 a 1841, vemos a Juan Bosco en Chieri. Llegó con 16 años; era un chico del campo, lleno de buena voluntad, y de aquí salió sacerdote de 26 años, espiritualmente sólido, culturalmente preparado, con un gran deseo de zambullirse en el ministerio pastoral, particularmente en favor de los jóvenes. 

Fueron diez años llenos de vitalidad, los años decisivos de su adolescencia y juventud que dejaron en él una huella imborrable, pues en su transcurso fue estructurando y consolidando su personalidad

Estos diez años se dividen en dos etapas:

► Las escuelas públicas (1831-1835). 4 años.

► El seminario (1835-1841). 6 años.

SIGNIFICADO DE LA ETAPA DE LAS ESCUELAS PÚBLICAS (1831-1835)

1. Formativo en lo personal: es un período de crecimiento y de maduración 

Fueron cuatro años que constituyen un período muy rico por lo “esforzado” y por lo “lleno de vida”:

En Chieri, Juan maduró; se podría pensar que todas sus dificultades habían acabado. No fue este, por supuesto, el caso. 

Este período de 1831 a 1835, resultó además, para Juan Bosco, en su conjunto sereno, marcado por

 

2. Formativo en lo pedagógico: aprende los rasgos caracterizadores del amigo educador ideal

Es patente en las páginas de las Memorias del Oratorio que escribió Don Bosco en los primeos años 70, dedicadas a este período de su vida, su preocupación por hablarnos del clima escolar de aquellos años de Chieri, y presentárnoslo como una fecunda comunidad educativa y formativa global, en la que personas y experiencias, crearon el clima ideal para el crecimiento de su personalidad y su integración activa en el ambiente escolar y juvenil de esta ciudad de la primera mitad del siglo XIX. 

Ante todo, nos presenta a algunos de los adultos que se preocuparon por él con afecto concreto. Lo necesitaba. Hasta aquel momento había vivido en un ambiente campesino, y de repente se ve inmerso en una realidad social de pequeña ciudad, pero ciudad al fin y al cabo con situaciones y posibilidades tan variadas. 

Estos adultos, fueron, sobre todo, los maestros de las escuelas públicas, todos eclesiásticos, orientados especialmente hacia la docencia y a la misión educativa. 

Al hablarnos de ellos nos presenta el valor determinante de la relación educativa.  

A cada uno le atribuye características y rasgos, diferentes y complementarios, de su ideal de educador:

Don Plácido Valimberti representa la acogida cordial, la cercanía y el arte de facilitar la integración del joven en el nuevo ambiente: “Fue la primera persona que conocí (…). Me dio muy buenos avisos sobre el modo de mantenerme lejos de los peligros; me invitaba a ayudarle a misa y esto le daba ocasión de darme siempre alguna buena sugerencia; él mismo me presentó al prefecto de las escuelas, me puso en relación con mis otros profesores”.

El teólogo Valeriano Pugnetti, profesor de sexta, encarna el cuidado personalizado y afectuoso: “Tuvo conmigo mucha caridad: me ayudaba en la escuela, me invitaba a su casa, y movido a compasión por mi edad y la buena voluntad, no ahorraba nada de lo que podía ayudarme”.

Al profesor Vicente Cima lo describe como el maestro serio, seco, pero competente y exigente, que estimula al esfuerzo y a la responsabilidad personal, sabe hacer brotar energías y buena voluntad, y facilita el aprendizaje: “Era un hombre severo para la disciplina. Al verse delante aparecer un alumno alto y grande como él en la escuela a mitad de curso, dijo bromeando en plena clase: Este o es un gran topo o es un gran talento. ¿Qué os parece? (…) Si tienes buena voluntad, estás en buenas manos, yo no te dejaré ocioso. Ánimo y si encuentras dificultades, dímelo enseguida que yo te las resolveré”.

A don Pedro Banaudi, profesor de Humanidades, nos lo presenta como la imagen idealizada de la paternidad y amabilidad salesiana, de la capacidad de conquistar a los alumnos por los caminos del corazón y de hacerse querer por ellos: “Era un verdadero modelo de maestros. Sin imponer nunca un castigo, había logrado hacerse respetar y querer por todos los alumnos. Quería a todos como a hijos, y ellos le querían como a un tierno padre”.

El teólogo José Maloria, su confesor, fue su amigo del alma, el padre espiritual, acogedor, acompañante, previsor; un seguro punto de referencia ético en la experiencia diaria del joven que debe aprender a moverse en el mar de la vida: “Mi experiencia más afortunada fue la elección de un confesor estable en la persona del teólogo Maloria, canónigo de la colegiata de Chieri. Él me acogió siempre con gran bondad cada vez que recurría a él. Más aún, me animaba a confesarme y a comulgar con la mayor frecuencia (…). Yo me siento deudor a este confesor mío no haber sido arrastrado por los compañeros a ciertos desórdenes que los jovencitos inexpertos deben lamentar por desgracia en los grandes colegios”.

Junto a estos maestros y formadores debe situarse también a Lucía Pianta, viuda de José Matta, que hospedó a Juan los dos primeros años, a la que, por amor, él se mostró obediente. Lucía lo implicó en su misión de educadora valorizando su capacidad. “Por el amor que yo le tenía, no quería ir a ningún sitio, ni hacer nada sin su consentimiento (…). Ella, con grande agrado, me confió a su único hijo, de carácter muy inquieto, amiguísimo de las diversiones y poquísimo del estudio. Ella me encargó también que le diese clases de repaso aunque estaba en una clase superior a la mía. Yo me ocupé de él como de un hermano”.

Todos estos adultos, que se sitúan frente al joven estudiante en una relación de activa y cordial interacción personal y que expresan un amor educativo diversamente configurado y complementario, los trae a escena don Bosco para ilustrar una de sus convicciones consolidadas: la comunidad educativa, entendida como pluralidad de presencias diferenciadas en el modo de relacionarse, en papeles y cometidos…, no solo es un potente medio formativo, sino que es indispensable para ayudar a forjar personalidades completas y serenas.


3. Formativo en lo vocacional: el período culmina con la elección del estado de vida

Fue también para Juan Bosco una etapa de discernimiento, de intensa búsqueda de su propio proyecto de vida.

Al final de las treinta páginas en las Memorias del Oratorio,  Don Bosco sugiere que el vértice, la coronación de la tarea formativa en un ambiente educativo como el descrito, debe ser la decisión vocacional. Todo en el ambiente formativo se orienta conscientemente hacia el discernimiento de la situación personal en el proyecto de Dios.  

La formación del “buen cristiano y del honrado ciudadano”, en el horizonte del proyecto formativo de Don Bosco, es incompleta si falta su remate: la búsqueda y la adhesión a la propia vocación, realizadas con el acompañamiento de un fiel amigo del alma, en una relación educativa capaz de lanzar hacia horizontes superiores.

Aquí está el corazón de la misión oratoriana, el objetivo último de toda relación educativa y la fuerza del proyecto formativo del que obtienen eficacia cuantos contenidos y actividades nos lanzamos a realizar.   


4. Anunciador del sistema educativo de Don Bosco

Don Bosco, en las “Memorias del Oratorio”, dedica muchas páginas a los cuatro años de asistencia a la escuela pública de Chieri. Hace en ellas una relectura de las experiencias juveniles vividas entre los 16 y los 20 años…

Parece que intenta aclarar y subrayar el origen de elementos, sentidos como propios y definidores de su espíritu y de su método. 

Elementos que caracterizaron la vitalidad y la fecundidad de este período, y que describen perfectamente el estilo del Oratorio…, que no es solo un “lugar”, sino sobre todo una actitud, un método, un ambiente, un conjunto de valores compartidos y testimoniados y, sobre todo, una red de relaciones interpersonales…

Da la impresión de que Don Bosco quiso reproducir en Valdocco las condiciones ambientales ideales para obtener efectos parecidos a los vividos en Chieri, poniendo la religión como pilar de su sistema, junto a la razón que regula cada decisión y la caridad en las relaciones educativas. 

La narración es una verdadera ilustración de su propuesta formativa. Algo así como una “parábola” de su sistema educativo.

Bajo el ameno relato de la gran cantidad de actividades que realizaba, se esconde una intensidad de vida difícilmente imaginable que caracterizaría a don Bosco durante toda su vida. Es la verdad más honda que está debajo de estas páginas: la casi increíble intensidad de su vida y de su entrega a todo lo que hacía.

LUGARES IMPORTANTES EN CHIERI

BARRIO JUDÍO. LIBRERÍA DE ELÍAS

En Chieri vivía un buen grupo de judíos. Juan, superando los prejuicios y desconfianzas de entonces, frecuentaba la librería del judío Elías Foá para pedir libros en préstamo que necesitaba para sus estudios y para colmar su ansia de lectura de los clásicos latinos e italianos. Allí conoció a Jonás, joven judío, de quien se hizo gran amigo. De esa amistad surgió la conversión de Jonás a la fe cristiana.

Los judíos eran tolerados en Chieri, pero vivían en un barrio aparte, en un gueto. Los estudiantes entonces tenían clase también los sábados. Como los estudiantes judíos no podían asistir ese día, por ser sagrado para ellos, Juan se prestaba a ayudarles en sus tareas escolares. 

CONVENTO FRANCISCANO E IGLESIA DE LA PAZ

Juan solía frecuentar el convento de los franciscanos y la vecina iglesia de la Paz. Acabados los estudios de Retórica, decidió entrar como religioso en ese convento y fue admitido al noviciado.

CASA DE LUCÍA MATTA

Aquí se hospedó Juan Bosco durante los dos primeros años de su estancia en Chieri. Mamá Margarita dejó allí con toda confianza a su hijo, ya que la pensión estaba legalmente autorizada y controlada por el párroco o algún delegado suyo. Don Bosco afirmó más tarde que nunca oyó en ella ni una sola palabra que fuera contraria a las buenas costumbres o a la religión.

La gran dificultad de Mamá Margarita era encontrar las 21 liras mensuales que costaba el alojamiento de su hijo. Los pensionistas pobres no recibían más que un plato de sopa; el pan y el acompañamiento debían traérselo de casa o pagarlo aparte.

Mamá Margarita, el 3 de noviembre de 1831, salió de casa a pie con un saco de harina y otro de maíz para venderlos en el mercado y sacar algún dinero para comprar material escolar de Juan. La primera paga de la pensión la hizo con trigo y mijo. Lucía Matta, la dueña de la pensión, tenía un hijo, Juan Bautista, con pocas ganas de estudiar. Juan se preocupó de él como un hermano, le ayudó con repasos y explicaciones y logró despertar su interés por el estudio. Lucía, en agradecimiento, le dispensó del pago de la pensión. Juan Bautista fue después durante muchos años alcalde de Castelnuovo.

Muchos otros compañeros le pidieron a Juan que les ayudara. Él lo hacía con toda generosidad, pero muchos se lo agradecían dándole alguna propina; así se fue ganando el dinero necesario para pagar sus gastos, sin pedir nada a Mamá Margarita.

CASA DEL TEÓLOGO MALORIA

El teólogo José Maloria era canónigo de la catedral. Juan Bosco lo escogió como confesor fijo: "Me recibía con gran bondad siempre que iba a su casa. Es más, me animaba a confesar y comulgar con la mayor frecuencia posible. Era raro encontrar quien animase a la frecuencia de sacramentos. Yo creo que debo a mi confesor el no haber sido arrastrado por los compañeros a ciertos desórdenes que los jóvenes inexpertos han de lamentar muy a menudo en los grandes centros escolares".


TALLER DEL CARPINTERO BARZOCHINO

En este taller trabajaba Juan Bosco en las horas que le dejaba libres el estudio. Aprendió a fabricar muebles sencillos para uso doméstico. Unas veces trabajaba para hacer cosas que él mismo necesitaba, y otras para servicio de sus bienhechores. 

Reloj de sol del patio del Seminario de Chieri

SEMINARIO E IGLESIA DE SAN FELIPE NERI

El Seminario de Chieri era de muy reciente construcción (1829) cuando llegó a él Juan Bosco (1835). Tenía capacidad para unos cien seminaristas. En aquel momento había un gran florecimiento de vocaciones. El arzobispo de Turín, quiso darle un clima más recogido, casi conventual, separando a los seminaristas de los "peligros del mundo".

Juan Bosco entró en el Seminario el 30 de octubre de 1835. Le llamó la atención ver en el patio interior un reloj con la siguiente inscripción latina: "Afflictis lentae, celeres gaudentibus horae" (Las horas pasan lentas para los tristes, rápidas para los alegres). Ese reloj se conserva todavía.

A la contigua iglesia de san Felipe Neri pasaban Juan Bosco y otros para poder comulgar, pero quedándose sin desayuno.

En este Seminario pasó Juan seis años de preparación al sacerdocio, para ser como Jesús en medio del pueblo, especialmente entre los jóvenes. 

Hoy el Seminario funciona como lugar de exposiciones y actividades del municipio.

ESCUELAS PÚBLICAS

Juan Bosco frecuentó estas escuelas desde 1831 hasta 1835. Para poner una buena base a sus estudios le aconsejaron comenzar desde el principio. Así, con sus dieciséis años, tuvo que sentarse con niños de nueve o diez años. Además, su ropa de campesino pobre contrastaba con la de los niños de ciudad. Tuvo que aguantar por ello bromas y burlas.

En el primer año logró hacer tres cursos, gracias a su esfuerzo y a la comprensión de los profesores. Así compensó parte del retraso escolar que arrastraba por no haber podido seguir hasta entonces sus estudios con regularidad. 

Un día, Juan se olvidó en casa el libro de latín, disimuló como pudo con otro libro, pero repitió al pie de la letra la explicación del profesor, leyendo y traduciendo el texto de memoria. Los compañeros, al darse cuenta, quedaron admirados y le dieron un aplauso. El profesor se enfadó, pero, cuando le explicaron el motivo, le dijo a Juan: "Le perdono su olvido por su feliz memoria. Es usted afortunado; procure servirse bien de ella".

El Ayuntamiento de Chieri premiaba al mejor alumno de cada clase dispensándole de la matrícula, que era de doce francos. Juan Bosco por su conducta y por sus calificaciones escolares ganó todos los años la beca, aliviando así a su madre de esa carga económica. En agosto de 1834, con diecinueve años, realizó tan brillantemente sus exámenes finales que el presidente del tribunal examinador se levantó para darle la mano y felicitarlo.

DUOMO

El Duomo de Chieri es el monumento más insigne de la ciudad. Aquí venía Juan todos los días, por la mañana y por la tarde. 

Hay una capilla dedicada a Nuestra Señora de las Gracias, erigida en 1630 como acción de gracias a la Virgen al acabarse una epidemia que asoló la ciudad. En el baptisterio (capilla de enfrente) fue bautizado el abuelo paterno de Don Bosco, Felipe Antonio, en 1735.

Rezando y reflexionando ante el altar de la Virgen, Juan decidió su vocación. En la capilla de Nuestra Señora de las Gracias, acompañado por su amigo Luis Comollo, hizo una novena en honor de la Virgen, para que le ayudara a encontrar su camino vocacional. El último día, participó con Comollo en la Misa que se celebró en esta capilla. Al volver a casa, encontró la carta en la que el tío de Comollo, sacerdote, le animaba a entrar en el Seminario. 

Por todo ello, Juan quiso celebrar aquí su cuarta Misa, después de su ordenación sacerdotal.

Entrada al Café Pianta.
El hueco de la escalera donde vivió un tiempo Juanito Bosco.

EL «CAFÉ PIANTA»

Este café está situado en Via Palazzo di Città, 3. Era propiedad de José Pianta, hermano de Lucía Matta. Esta dejó la vivienda que había alquilado cuando su hijo acabó los estudios, y con él volvió a Morialdo, su pueblo. Entonces, José Pianta, ofreció a Juan Bosco alojamiento y trabajo. Allí pasó él los meses del curso 1833-34.

Su trabajo consistía en limpiar el local por las mañanas y servir por la tarde a los clientes en la sala de billar. 

José Pianta, a cambio, le daba la sopa y un lugar para dormir, que era un hueco estrecho de una escalera, enfrente de un horno pequeño; a poco que Juan se estirase en el camastro asomaban sus pies, no solo fuera del incómodo jergón, sino también del mismo hueco-habitación. 

Aquí, en la sala de billar, Juan conversaba frecuentemente con Jonás, el joven judío, y le explicaba el Catecismo. 

El tiempo libre lo dedicaba a leer los autores clásicos italianos y latinos, aprendiendo de memoria párrafos enteros que le servirían más adelante en sus tareas de publicación de obras para la enseñanza, y de inmediato, para declamar ante otros, en plan de alegre diversión. A veces se quedaba parte de la noche o toda, leyendo con avidez. Eso le hizo daño a su salud y lo lamentó más tarde.

DETENGÁMONOS UN POCO AQUÍ... 

ESCUCHA...

Relee los textos que hablan del significado, para el joven Juan Bosco, de los cuatro años de escuela pública en Chieri (1831-1835).

Da la impresión de que Don Bosco, al narrarnos en las Memorias del Oratorio lo vivido en estos cuatro años en Chieri, quiso reproducir en Valdocco las condiciones ambientales ideales para obtener efectos parecidos a los que a él y a sus compañeros tanto bien les hicieron, poniendo la religión como pilar de su sistema, junto a la razón que regula cada decisión y la caridad en las relaciones educativas. 

La narración es una verdadera ilustración de su propuesta formativa. Algo así como una “parábola” de su sistema educativo.

Pero detengámonos en un valor fundamental vivido: la ALEGRÍA.

«…Para poner un nombre a aquellas reuniones, solíamos denominarlas encuentros de la Sociedad de la Alegría. Nombre perfectamente adecuado, ya que era obligación estricta de cada uno buscar los libros y suscitar las conversaciones y entretenimientos que pudiesen contribuir a estar alegres: por el contrario, estaba prohibido todo cuanto ocasionara tristeza».  (Memorias del Oratorio, pg. 34)

«Aquí hacemos consistir la santidad en estar muy alegres». (Domingo Savio, en Memorias Biográficas 5, 258)

«Esta es la ventaja de vivir en el Oratorio: al estar muchos juntos, aumenta la alegría de los recreos y se aleja la tristeza». (Memorias Biográficas 7, 511)

Hablando con los alumnos les recomendó la alegría, que estuviesen alegres y, para ello, que vivieran en paz con Dios... Que prolongaran su propia alegría pensando todos en seguir su propia vocación, porque esta era la manera de procurarse alegría para toda la vida. (Memorias Biográficas XIV, 53)


INTERIORIZA EL MENSAJE...

Para Don Bosco, la alegría es:


ELIGE, PROPONTE...

Cuanto más vivamos la alegría, más podremos manifestarnos hijos del Dios y Padre de todo gozo. ¿Creo en el Dios que también es alegría?

Cuanto más vivamos serenamente alegres, más nos podremos acercar a los alumnos. ¿Creo en el ser humano que también es alegría?

Cuanto más favorezcamos la alegría en nuestro colegio salesiano, más auténtico será. ¿Qué nota pongo del -1 al 10- a la alegría que vivimos en mi colegio?

Cuanto más la alegría sea el alma de toda plegaria y celebración, de toda enseñanza/aprendizaje, de todo recreo, de todo el colegio, mejor ensamblada estará nuestra educación y nuestra pastoral. Di tres fortalezas que sostienen la alegría en tu colegio, y tres debilidades que la dificultan y hay que superar.

Cuanto más podamos hacer felices y alegres a los alumnos y a sus padres, más creíbles serán otros valores que les queramos proponer. ¿Estás de acuerdo?


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IGLESIA DE SAN ANTONIO Y LA SOCIEDAD DE LA ALEGRÍA

Los domingos y días de fiesta, la Sociedad de la Alegría se reunía en la iglesia de san Antonio, dirigida por los Padres Jesuitas, que daban excelentes lecciones de Catecismo, contando hechos y ejemplos que Juan Bosco recordó toda la vida.

La Sociedad de la Alegría era una especie de club de amigos, reunidos en torno a Juan Bosco, que se encontró así a la cabeza de un grupo selecto de jóvenes, que eran como la levadura dentro de la gran masa de estudiantes. Cada uno se proponía organizar juegos, mantener conversaciones y leer libros que contribuyeran a la alegría de todos. De común acuerdo, adoptaron este sencillísimo reglamento:


Un momento mágico e inolvidable en la historia de la Sociedad de la Alegría fue el desafío en que, sin pretenderlo, se vio envuelto Juan con un saltimbanqui profesional, que era la admiración de la ciudad. Ese hecho hizo época en Chieri. Juan tenía entonces veinte años.

Juan Bosco en aquellos años de estudiante se dedicó al canto, al piano, a la declamación, el teatro… Le gustaba divertirse con los naipes, las bolas, las chapas, los zancos, los saltos, las carreras, los juegos de manos…

CASA DEL SASTRE CUMINO

Al acabar el curso 1833-34, Juan fue a pasar las vacaciones de verano a Sussambrino donde trabajaba su hermano José, acompañado de su madre. El párroco de Castelnuovo le buscó, y además le procuró, una pensión mejor para el nuevo curso 1834-35. Fue la pensión del sastre Tomás Cumino, la misma en la que se había alojado años antes un joven seminarista de Castelnuovo llamado José Cafasso.

En un principio, Tomás puso a dormir a Juan en la cochera, con la obligación de trabajar algo en la viña y cuidarse de un burro. Más tarde, gracias a la intervención precisamente de José Cafasso, pudo ocupar una de las habitaciones de la casa.

Tomás Cumino, el sastre, era muy buena persona, bastante simplón y muy amigo de bromas. Juan se aprovechó de ello y se las hacía de todos los colores, usando los muchos trucos de magia que sabía. 

CASA BERTINETTI-Istituto Santa Teresa (Salesianas)

Juan Bosco estuvo en esta casa, propiedad de Carlos y Octavia Bertinetti, padrinos de bautismo del hebreo Jonás, para clarificar ante el sacerdote Máximo Burzio, que residían por entonces aquí, el caso de las acusaciones de Cumino. 

También vino a ella cuando en 1835 presentó ante el mismo Máximo su examen para ser aceptado a la toma de sotana, pues el cólera desatado en Turín no permitía hacer esa diligencia en la curia arzobispal. 

Don Bosco recibiría esta casa en herencia en 1870, para ser destinada a una obra educativa. Hoy es el colegio de Santa Teresa, perteneciente a las Salesianas.