Una carta para ti

Turín, 10 de julio de 2023

Querido hijo, querida hija:

¡Cuánto agradezco tu visita y con qué alegría te recibo en mi tierra! Tu presencia en «mi casa» te introduce en el origen de una historia que se inició con un sueño; un sueño del que tú también formas parte. Permíteme una sugerencia: en estos días intenta callar, deja que hable tu corazón y escucha a Dios… Yo lo hice y, ya ves…, encontré mi vocación.


En el origen, la madre

Estos prados me “susurraron” que no hay nada mejor que la dulzura de una madre para educar, que una de las mayores satisfacciones de la vida consiste en desgastarse por los demás, sobre todo por los más pequeños y pobres, como hizo Jesús.

Uno de los recuerdos que quiero que te lleves de aquí es que Ella, la Auxiliadora, lo hizo todo; en Ella encontré las fuerzas para seguir, cuando parecía que no había futuro y, ya ves… al final… Déjate acompañar por esta madre y haz tú lo mismo, sé acompañante, en la medida de lo posible, de tus alumnos y compañeros.

Comprueba por ti mismo mis “lugares”… Mi casa, el Café Pianta donde hice mis pinitos como camarero, el seminario de Chieri donde estudié, el primer oratorio de Valdocco… : son espacios donde la sencillez y el silencio pueden hablarte.


Caminando por las calles de Turín

Caminé mucho por Turín en busca de niños (y no tan niños) que no tenían más futuro que malvivir por las calles. Cuando te asomes al mercado de Porta Palazzo, verás algo parecido a lo que yo viví: inmigrantes, pobreza, gente desprotegida… Recuerda que no te puedes olvidar de que Dios se fija en los humildes, en los hombres y mujeres que miran por el bien de los demás, y luchan por mejorar las vidas de todos…

A la salida de la Piazza Maria Ausiliatrice, en Valdocco, y al llegar al Corso Regina Margherita, observarás que hay un monumento a mi amigo y confesor don José Cafasso. Con él visitaba yo la cárcel; acostumbrábamos a estar más con los que estaban condenados a la horca… Fíjate que el lugar donde está el monumento se le llama todavía “Rondò della Forca”. La experiencia de las cárceles marcó para siempre mi vida e hizo que me desgastara por conseguir una casa que acoge, un patio en el que se divierten los muchachos, una escuela que enseña y una iglesia que evangeliza a estos chiquillos, muchos de ellos en peligro de ser condenados por haber robado para comer…

¡Aquí nació el «Sistema Preventivo»! Pensé que si podía proporcionarles el hogar y la familia que no habían conocido, y una formación para poder defenderse en la vida, ya no volverían a la cárcel. Aún recuerdo aquel primer “contrato de aprendiz” que firmamos, José Bordone, alumno del Oratorio y Carlos Aimino, ilustre vidriero. ¡Era el 3 de noviembre de 1851!


La importancia del patio y la cercanía personal

¡Qué alegría ver a los primeros salesianos jugando con los chicos en el patio; pero no solo jugábamos, también estábamos por el patio para conversar, para decir “una palabra al oído” a alguien que podía necesitarlo… Todos formábamos una gran familia, un muy buen equipo… 

Una pregunta: tú, en tu centro, ¿estás ayudando a crear un lugar acogedor, donde las tareas se comparten con los compañeros, donde ayudamos a crear “buen ambiente” entre los educadores? ¿Cómo se trata a los chicos? ¿Con respeto y educación? Seguro que sí…, en eso somos expertos.

Me gustan mucho tres conceptos que no pueden faltar en ninguna de nuestras obras: presencia educativa, distancia educativa y acompañamiento… En nuestras casas es muy importante que todos los maestros y el personal de administración y servicios, nos sintamos educadores de todos los alumnos; por lo tanto, no vale hacer distinciones a la hora de corregir, mejor siempre en privado, y a la hora de dedicar una “buena palabra” a un chico o a una chica.

Tienes que sentirte llamado a corregir actitudes no educativas cuando sucedan delante de ti. Para ello, debes hacerte presente lo más que puedas en los lugares donde andan los chicos (pasillos, patios, entradas al centro…) Allí por donde puedan estar o pasar, tenemos que estar presentes, saludando, comentando, estrechando la mano…

Es muy importante que mantengas una distancia educativa: tú, educador, no eres igual que tus alumnos, aunque puedas estar próximo a ellos en edad o en espíritu… Ten en cuenta que el ser educador influye en toda tu vida, igual que el ser cristiano. Lo impregna todo. Como educador, corrige cuando haga falta, anima siempre, diviértete con ellos en los recreos y momentos de ocio y tiempo libre, pero todo ello siendo consciente de que eres educador y que tienes en tus manos la labor de educar a los que están a tu cargo, de la mejor manera posible.

Con el acompañamiento de los alumnos lograrás que saquen de ellos lo mejor. Intenta ser constante con tu cercanía y apoyo a la realidad que vive el chico o la chica, sin agobiar. Los primeros salesianos logramos mucho de esta actitud educativa, y eso que los jóvenes que teníamos entonces no eran los de las mejores familias.

Déjate acompañar por los salesianos de tu casa; aprovecha para empaparte de su saber hacer…, déjate acompañar también por los compañeros que llevan más tiempo en la casa y que han asimilado bien el estilo salesiano. Recuerda que nuestros pilares educativos son la razón, la religión y la amorevolezza. ¿Cómo funcionan en ti estos pilares? 


Honrados ciudadanos y buenos cristianos

Los lugares que visitas son espacios donde aprendí los valores que enseñamos como educadores salesianos. Son valores humanos y cristianos. Aunque no se lleve, nosotros debemos ser educadores con criterios cristianos… «Buenos cristianos y honrados ciudadanos» ¡Ya sabes!

Como educador, trata de proponer activamente, con tu saber hacer y con tu actuar, los valores evangélicos. Tu ejemplo es fundamental. Los valores de Jesús son valores universales que sirven para formar una sociedad justa y solidaria: el Reino de Dios, un mundo de hermanos donde valga la pena vivir.


Que se sientan queridos

Recuerda lo que les dije a los primeros salesianos sobre los muchachos de nuestras presencias: «No basta con que les queramos, sino que es preciso que se sientan queridos». Incluso más, intentad que todos y cada uno se sienta vuestro “preferido”. Te habrás dado cuenta de lo importante que es, en la educación, compaginar la exigencia con la flexibilidad y las buenas palabras; el estudio con el deporte, la diversión y la fiesta; el trabajo en equipo coordinado, con la sensación de sentirse útil y motivado personalmente… Nada hay peor que un educador, en una de mis casas, desmotivado o “quemado” por su situación con el resto de educadores. ¿Crees que hay alguien que se puede sentir así en tu centro? Lo importante es que cada uno de vosotros ponga lo mejor de sí, que ponga en el centro de la acción educativa a los chicas y chicas, y a Dios. 

Ojalá rindas al máximo de tus posibilidades cada día; no quiero apatía, ni mucho menos que contagies de estos sentimientos a tus compañeros. Siéntete el máximo responsable de tu centro educativo. Solo así podrás darte cuenta de que con tu trabajo estás echándome una mano.

Cuando pises el patio de Valdocco, acuérdate de que este fue mi primer patio. Aún cuando ya me hice muy mayor, y apenas podía caminar, solía salir al balcón para saludar a los chiquillos en el recreo. Recuerdo el “huerto de Mamá Margarita”, mi madre y la «mamá» de aquellos niños. En el patio, a mano izquierda, está la «fuente de las palabras al oído»; la Capilla Pinardi, la iglesia de San Francisco de Sales donde Domingo Savio fundó la Compañía de la Inmaculada; y la Basílica de María Auxiliadora, un templo como María se merece.

Valdocco fue el lugar donde, por vez primera, aquellos muchachos sintieron que tenían una casa y era posible un futuro mejor y distinto, más allá de la pobreza y de la explotación. Los chicos y chicas de tu centro tienen otras necesidades, les espera un futuro mejor. Te invito a que reflexiones estos días sobre esas necesidades, y sobre qué les puedes ofrecer tú y el resto de compañeros. Reflexiona sobre el ambiente que generas como educador en tu escuela.


Un «sueño» que se prolonga en el tiempo

Te recuerdo que el 18 de diciembre de 2022 se cumplirán 163 años de la fundación de la Congregación Salesiana. Llevaba yo mucho tiempo viendo la necesitad de garantizar la continuidad del Oratorio (lo que había que hacer me sugirió, ¡quién lo iba a decir!, un ministro liberal anticlerical, Urbano Ratazzi). 

Unos días antes hablé con un grupo de aquellos muchachos que llevaban allí conmigo algún tiempo, para proponerles que me echaran una mano. Les indiqué que íbamos a fundar una sociedad, y que los interesados viniesen a mi habitación que servía de sala de reuniones, la noche de aquel 18 de diciembre. Acudieron 17. «Fraile o no fraile, me quedo con Don Bosco», dijo Juan Cagliero. De casi todos aquellos muchachos surgieron los primeros salesianos, los primeros educadores… 

¡Seguro que también entre tus mismos alumnos hay quienes pueden convertirse en acompañantes y guías de sus propios compañeros!, y como educador de una casa salesiana, tú también estás llamado a ser compañero y guía en el camino de muchos jóvenes.

Antes de acabar esta carta, te quiero comentar un secreto: en el Colle habrás visto que, antes de salir de la Basílica superior, en la pintura que está encima de la puerta principal, se recuerda el relato evangélico de Emaús. Te invito a que te identifiques con uno de aquellos dos peregrinos que sienten a Jesús cercano, que le descubren al partir del pan. Tú, estos días, eres ese peregrino. Si te dejas tocar por las sensaciones, sentimientos y reflexiones que surjan en ti, al estar en contacto con los lugares de mi “sueño” y de tu “sueño”, seguramente estarás sintiendo al Jesús que se parte y se reparte por los demás y, junto a Él, seguramente me estés viendo y sintiendo a mí.

¡Cuento contigo para seguir educando para la vida! Siéntete un privilegiado por estar en estas tierras; empápate del espíritu salesiano y contágialo al resto de educadores, a los chicos y a las chicas con los que te encuentras y con los que te encontrarás a lo largo de tu vida.

¡Gracias por tu visita!

Recibe un fuerte abrazo de tu hermano y amigo en Cristo,

Juan Bosco, sacerdote

Director del Oratorio de Valdocco